Ya en el último siglo a. C. se creó un antecedente de una «batería»: Una varilla de hierro y una de cobre se sumergían en un electrolito, como lo llamaríamos hoy en día. Como electrolito se utilizaba en aquel entonces simplemente – ¡jugo de uva!
Recién en los últimos 400 años, aproximadamente, se ha estudiado sistemáticamente la electricidad. Alrededor del comienzo del siglo XIX, se descubrió la acción recíproca entre la corriente eléctrica circulante y el magnetismo – la base para los posteriores motores eléctricos. El físico británico Michael Faraday plasmó las leyes naturales de la electricidad en fórmulas matemáticas. De este modo, podían realizarse cálculos cuantitativos de los fenómenos eléctricos.
Desde entonces, el avance del conocimiento y la aplicación práctica han avanzado paralelamente a un ritmo cada vez mayor. Pensemos en la lámpara incandescente, los primeros telégrafos, la primera transmisión radiofónica, radio, teléfono, televisión, trenes de propulsión eléctrica y otros vehículos, la calculadora de bolsillo – hasta los satélites de telecomunicación, los teléfonos inteligentes, los microcontroladores y los grandes centros de datos.